A l’heure où l’Europe est aux prise avec les inondations, il est utile de rappeler un rapport de l’ONU de 2013 :
« Il existe aujourd’hui une tendance qui consiste à attribuer la cause de tous les impacts liés aux événements météorologiques au changement climatique. En réalité, ces deux ou trois prochaines décennies, l’augmentation de la vulnérabilité et de l’exposition aux aléas liée au développement économique et urbain aura une influence plus marquée sur le risque de catastrophe que le changement climatique. Néanmoins, le changement climatique affectera de façon disproportionnée les économies les plus vulnérables face aux risques liés aux événements météorologiques. »
En outre, un rapport de l’Union Européenne de 2012 précise que le recouvrement par un matériau imperméable est une des principales causes de la dégradation des sols. Chaque année en Europe, les infrastructures bâties avalent plus de 1.000 km² de terres ou de forêts.
Inondation, premier risque “naturel” en France
La moitié est rendue imperméable par des revêtements artificiels (bitume, béton). Ainsi, l’urbanisation croissante depuis les dernières décennies allant de pair avec les développements des infrastructures, a entraîné un processus de modification qui dégrade de manière conséquente nos terres. Et, fait notable, l’imperméabilisation des sols a augmenté deux fois plus rapidement que la population européenne.
Il s’agit d’une des raisons fortes d’augmentation du risque d’inondation et de pénurie d’eau, contribuant par ailleurs au réchauffement de la planète.
Le risque inondation est le premier risque naturel en France. Le caractère systémique de l’activité humaine, et la très forte interdépendance de la vie urbaine porte la menace à presque 20 millions de personnes et 9 millions d’emplois.
Les dommages provoqués par les inondations sont de plus en plus importants, en raison du fort développement urbain et en particulier dans les zones inondables.
Populations démunies face à la complexité des assurances
Ils sont exacerbés par une mauvaise gestion du développement urbain, la dégradation de l’environnement, mais également, par la précarité et la pauvreté. De lourdes pertes viennent toucher en premier lieu les populations les plus fragiles : celles qui, possédant moins d’instruction, sont moins bien armées en terme d’assurances.
En France, sur les 25 dernières années, les aléas naturels représentent une valeur de 48 milliards d’euros. Selon l’Association française d’assurances (AFA), pour les 25 prochaines années, nous sommes face à « une tendance haussière du péril inondation de 104% » passant de 16 milliards d’euros d’indemnisations pour la période de 1998- 2013 à 34 milliards d’euros pour la période 2014-2039 à venir. Les aléas naturels pourraient ainsi coûter 92 milliards d’euros.
Le développement urbain a besoin d’une vision éthique et systémique
Le bilan des dégâts a un coût social occulte, économique et financier, produisant un impact bien plus important.
A titre d’exemple, ces données de la Banque Mondiale :
« Alors que la croissance de la population a été de 87% entre 1970 et 2010 à l’échelle mondiale, elle a été de 114% dans les plaines inondables et de 192% sur les littoraux exposés aux cyclones. De la même manière, la proportion du PIB mondial exposée aux cyclones tropicaux a augmenté de 3,6% à 4,3% durant la même période, la plus grande part de cette hausse ayant eu lieu en Asie. En d’autres termes, sous l’effet de la mondialisation économique, les populations et actifs situés dans des zones soumises à des aléas se sont accrus plus rapidement qu’ailleurs ».
On trouve la raison dans le rapport favorable qui s’établit entre l’investissement à court terme, la productivité plus élevée et les avantages concurrentiels. Et ce, même s’il s’agit de zones très exposées aux risques, avec les dégâts humains et sociaux conséquents qui surviendront pour la suite.
Plus que jamais, une vision systémique et éthique de l’investissement dans le développement urbain est indispensable. La réduction des résultats des catastrophes qui auront lieu dans nos villes est subordonnée à cette double vision.
Inundaciones y desarrollo urbano
El fenómeno urbano ha transformado en profundidad las relaciones entre los hombres, el hábitat y la naturaleza. La aparición de grandes metrópolis, el creciente desarrollo de las megalópolis además del efecto de atracción que a veces alcanza hasta varios cientos de kilómetros alrededor de las pequeñas y medianas ciudades ha llegado a alterar las relaciones entre nuestras vidas, espacios urbanos, rurales y la biodiversidad en su conjunto.
En un momento en el que la actualidad en Europa es desafortunadamente abundante en catástrofes y crisis, especialmente en relación con los desbordamientos, inundaciones y la crecida del agua, es útil recordar aquí un extracto de un interesante informe de la ONU en 2013, el UNISDR- The United Nations Office for Disaster Risk Reduction -, titulado «Balance global: Reducción del riesgo de catástrofe»:
«Hoy en día existe una tendencia que consiste en atribuir la causa de todos los impactos relacionados con fenómenos meteorológicos al cambio climático. En realidad, en estas dos o tres próximas décadas, el aumento de la vulnerabilidad y de la exposición a los peligros relacionados con el desarrollo económico y urbano tendrán una mayor influencia en el riesgo de una catástrofe como el cambio climático. Sin embargo, el cambio climático afectará de manera desproporcionada a las economías más vulnerables de cara a los riesgos asociados con fenómenos meteorológicos. (IPPC, 2007)».
El informe de la Unión Europea de 2012 «Líneas directrices concernientes a las mejores prácticas para limitar, atenuar o compensar la impermeabilización de suelos» precisa por ejemplo que el recubrimiento por un material impermeable como el hormigón o el asfalto, es una de las principales causas de la degradación de los suelos dentro de la Unión Europea. Cada año en Europa, las infraestructuras construidas utilizan más de 1000 km2 de tierras o bosques. La mitad, 500 km2, se hace resistente al agua por los revestimientos artificiales.
Por lo tanto, la urbanización creciente en las últimas décadas, junto con el desarrollo de infraestructuras se ha traducido en un proceso de modificación que degrada constantemente nuestras tierras. La impermeabilización del suelo ha aumentado dos veces más rápido que la población europea, por ejemplo.
Se trata de una de las fuertes razones del aumento de riesgo de inundación y escasez de agua, contribuyendo por tanto al recalentamiento del planeta, y también creando una seria amenaza para la biodiversidad. Como consecuencias, debemos hacer cara a esta impermeabilización de los suelos que limita su capacidad de asegurar sus funciones de purificación del agua, de reciclaje de materia orgánica, crecimiento de las plantas, el almacenamiento de carbono y otros servicios derivados. La pérdida de la cubierta vegetal reduce aún más el almacenamiento de carbono, la regulación de la temperatura y el clima, así como la producción de oxígeno.
El riesgo de inundación es el principal riesgo natural en Francia y afecta a 1 distrito de cada 3. El carácter sistémico de la actividad humana y la muy fuerte interdependencia de la vida urbana conlleva la amenaza de un entorno de entre 5 y 6 millones de personas y en más de 400.000 empresas a casi 20 millones de personas y 9 millones de puestos de trabajo y actividades profesionales expuestos a los daños por inundación o inmersión y sumersión marina.
La inundación misma, aunque previsible en su intensidad, resulta difícil de anticipar ya que es difícil saber el momento preciso donde tendrá lugar. Sin embargo, los perjuicios provocados por las inundaciones son cada vez más importantes, debido al fuerte desarrollo urbano, particularmente en las zonas inundables.
Eso se ve agravado por la mala gestión del desarrollo urbano, la degradación del medio ambiente y también la precariedad y la pobreza. El análisis de la amplitud de las pérdidas económicas muestra que estos riesgos siguen estando subestimados. Los costes reales de estos riesgos que son en gran medida inducidos por la actividad humana rara vez son expuestos.
Aunque la mortalidad es baja, se producen grandes pérdidas, que afectan en primer lugar a las poblaciones más frágiles: aquellos que tienen menor educación y recursos están menos preparados en términos de seguridad.
A propósito de esto, recuerdo las estadísticas en mi texto «Día de la Tierra: aquellos a los que olvidamos», con respecto a la cobertura desigual en materia de seguridad según las condiciones socioeconómicas de las sociedades impactadas:
«Un terrible terremoto ha tenido lugar en Nepal, devastando el país y provocando la muerte de 8500 personas. El patrimonio cultural se ha visto afectado de manera irreversible, y las pérdidas equivalen a un 25% del PIB del pañis, lo que viene a ser 4,1 mil millones de euros, de los que solamente menos del 5% de los bienes perdidos estaban asegurados. Las tormentas de nieve en el Noreste de América, azotaron Estados Unidos y Canadá. La pérdida estimada fue de 2.100 millones de euros, sin embargo, 90% de los daños estaban asegurados.
En Europa Central la tormenta Nicolás supuso una pérdida de 1.300 millones de euros de los cuales el 70% estaba cubierto por las aseguradoras».
Si nos fijamos en Francia, en los últimos 25 años, los daños riesgos naturales representan un valor de 48 mil millones de euros, siendo el 50% tormentas, granizo y nieve, 34% inundaciones y 16% sequía, reflejados en forma de 11.208.000 declaraciones de siniestros indemnizados.
Según las proyecciones publicadas en Diciembre de 2015, con ocasión de la COP21, por la Asociación Francesa de Aseguradoras (AFA), para los próximos 25 años haremos frente a una « tendencia creciente del peligro de inundación del 104% » pasando de 16 millones de euros de indemnizaciones aseguradas para el período desde 1998 hasta 2013, a 34 millones de euros para el período de 2014 a 2039.
El AFA ha generado un estudio «Cambio climático y aseguradoras en el horizonte 2040» que se apoya sobre los trabajos de la comunidad científica, tomando como punto de partida el informe sobre «El clima de Francia en el siglo XXI» (elaborado bajo la dirección de Jean Jouzel, Premio Nobel en 2010 con el IIPC, del Instituto Pierre Simon Laplace, por investigadores de Meteo-France, BRGM, CEREMA, ONEMA). A partir de este trabajo, el coste suplementario ocasionado por los daños materiales causados por los caprichos de la naturaleza de aquí a 25 años están valorados en 44.000 millones de euros (en euros constantes), un aumento del 90% en comparación con el montante de los daños acumulados de los últimos 25 años. Las peligros naturales podrían así costar 92.000 millones de euros de aquí a 2040. En 2015, el sector de las aseguradoras tuvo que hacer frente a 1.500 millones de euros, un coste alto respecto al promedio de los años anteriores.
La evaluación de los daños tiene ocultos unos costes sociales, económicos y financieros, concernientes al impacto también importante que la parte cuantitativa del número de siniestros y el montante indemnizado. Afecta especialmente a las zonas en desarrollado urbano que irremediablemente sufrirán las consecuencias en el medio y largo plazo, mucho más allá de lo que se espera.
A modo de ejemplo y para meditar, tengamos en cuenta sobre este asunto las aclaraciones del Banco Mundial, relativas a las zonas expuestas a los riesgos de catástrofe, e ignoradas por la toma de decisiones de inversión:
«Mientras que el crecimiento de la población se ha situado en el 87% entre 1970 y 2010 a escala mundial, se ha efectuado en un 114% en las zonas inundables y en un 192% en los litorales expuestos a ciclones. De la misma manera, la proporción del PIB mundial expuesto a los ciclones tropicales ha aumentado del 3,6% al 4,3% durante el mismo periodo, la parte más grande de este crecimiento se sitúa en Asia. En otros términos, sobre el efecto de la globalización económica, las poblaciones y los activos situados en las zonas sometidas a riesgos crecen más rápidamente que las otras».
La razón se encuentra en el informe ofrecido entre la inversión a corto plazo, la productividad más elevada y las ventajas competitivas, incluso si se trata de zonas expuestas a riesgos y a catástrofes con los perjuicios sociales y humanos consecuentes a los que deberá hacerse frente.
Ahora más que nunca, una visión sistémica y ética de la inversión en el desarrollo urbano es indispensable porque éstas en realidad dependen de la reducción (o no) de las consecuencias de las catástrofes que tendrán lugar en nuestras ciudades y territorios.