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Martes 20 de julio de 2010
¿De dónde salió este científico caleño, amante de la salsa y la poesía, que recibió en Francia la Orden de la Legión de Honor por sus avances en robótica e inteligencia artificial?
Puede que en Colombia el nombre de Carlos Moreno Gómez no suene demasiado familiar. Pero en Francia la cosa es a otro precio: este científico caleño, radicado hace más de tres décadas en el país galo, es toda una eminencia en el campo de la inteligencia artificial y la robótica. Tanto que el pasado 23 de junio recibió la Orden de la Legión de Honor, una distinción creada por Napoleón en el siglo XIX que el gobierno francés impone a destacados científicos, artistas y escritores por cuenta de sus “servicios eminentes”.
La odisea de Moreno en Francia comenzó en 1979 cuando a los veinte años decidió empacar maletas y viajar a París. Lo impulsaba la búsqueda de nuevos conocimientos pero, por encima de todo, la posibilidad de estudiar una ciencia que le causaba enorme curiosidad: la robótica. Aunque también tenía otras razones: “En esos años el contexto intelectual, político y social en Colombia era complicado y por eso preferí partir en busca de un lugar que me permitiera guardar un espíritu libre y crítico en toda circunstancia”, cuenta desde París.
Y es que Moreno ha sido siempre un hombre inquieto e inconforme. Nacido en Tunja pero criado en Cali –ciudad de la que se siente oriundo–, este científico de barba poblada y gafas sin marco casi no logra graduarse del colegio pues pocos meses antes de terminar lo expulsaron a causa de su carácter contestatario. Las posturas de Moreno, un hombre de ciencia que, curiosamente, siempre ha reivindicado el humanismo, por poco le cuestan su diploma.
Pero regresó. Gracias a su impecable desempeño académico logró que lo readmitieran y, una vez con el diploma bajo el brazo, viajó a París tras el sueño de hacer ciencia. Así comenzó una exitosa carrera académica que no ha parado. Doctor en robótica, Moreno Gómez lleva más de quince años vinculado a la Université d’Evry Val d’Essonne (entidad de la que fue fundador y en la que trabaja como investigador y docente), y en 1998 fundó Sinovia, una empresa de productos tecnológicos para el control inteligente de infraestructuras en distintos ámbitos. “En palabras sencillas –explica Moreno–, Sinovia busca ofrecer soluciones en el campo de la inteligencia artificial”.
“Hago objetos inteligentes en red para construir lo que denominamos la ‘ciudad del futuro’. Mi contribución científica e industrial sirve para proteger las poblaciones en condición de riesgo mediante redes eléctricas inteligentes que economizan energía y permiten ayudar a discapacitados. También ofrecemos nuevos servicios a través del alumbrado público inteligente y usamos las redes eléctricas como redes de comunicación”.
Pese a que salió del país hace más de tres décadas, Moreno Gómez aún conserva intactos los recuerdos de su infancia en Cali. “Esos increíbles paisajes, el calor de su gente, la salsa y la alegría es lo que más añoro de mi vida en la Sucursal del Cielo”, dice. Y agrega: “Cali es Cali, sin duda”. Con su español afrancesado, Moreno cuenta que le encantan las obras de José Eustasio Rivera y las de Álvaro Cepeda Samudio, y que disfruta la poesía de William Ospina. “El Rin Rin renacuajo, de Rafael Pombo, es una verdadera obra de arte”, agrega.
Cuando no está trabajando en sus labores científicas –entre las que se destaca su participación en think tanks (fábrica de ideas) que buscan acercar la investigación y la industria–, Moreno dedica su tiempo a la familia. “La reflexión, la búsqueda personal y espiritual son también muy importantes para mí –dice este hombre casado por segunda vez y padre de un niño de once años–. Me preocupa mucho saber cómo podemos abrir alternativas a las nuevas generaciones; sin duda, la educación y la cultura son necesarias para cambiar la mentalidad y tener un futuro mejor”.
Moreno asegura que el título de legionario es un incentivo más para continuar trabajando en ciencia, algo que contrasta con la realidad colombiana, donde cada día es más difícil surgir como científico. Pero aunque reconoce que a los gobiernos en Colombia les ha faltado invertir en investigación, es optimista con el futuro de la ciencia nacional. “Colombia tiene una cantera de hombres y mujeres de una gran creatividad, de una capacidad de trabajo impresionante y de un aguante al que le doy todos mis respetos. Los científicos del país son de un alto nivel y los admiro por su capacidad de practicar una actividad intelectual poco reconocida en una sociedad acostumbrada, por desgracia, al dinero fácil”.